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La casa de la calle de Mejía Lequerica, 1 siempre ha llamado la atención de los madrileños por la presencia de unos grandes lagartos que se agarran a la parte superior de la fachada y sustentan la cornisa del edificio. Su importante tamaño y lo exótico del tema hicieron que este inmueble fuera conocido desde el primer momento como la Casa de los Lagartos.
La anécdota se impone frecuentemente a la categoría, y en este caso los saurios han impedido reconocer en esta fachada uno de los mejores y escasos ejemplos de la influencia del estilo 1900 de la arquitectura austriaca en Madrid. La restauración de la fachada de la finca, que se está terminando en estos días, ha recuperado para ella un cálido color crema que sirve como fondo a la composición simétrica de los huecos. Pero lo más llamativo es la recuperación de los elementos decorativos pintados en la fachada, en forma de cenefas y lambrequines que enmarcan o subrayan los paños de fachada y los huecos de ventana.
La sencillez geométrica de los elementos singulares de la decoración se combina con la técnica del estarcido, que permite crear cintas con motivos vegetales a partir de plantillas elementales, jugando tan sólo con cambios de color en la relación figura-fondo.
Hasta estos momentos, el edificio sólo aparecía en los libros dedicados a Madrid por la curiosidad de sus lagartos. Si prescindimos de ellos y valoramos sus fachadas a partir de la restauración, debemos reservar para ella un espacio propio dentro de las corrientes estilísticas de las dos primeras décadas del siglo XX, desarrolladas en paralelo con otros estilos como el modernismo, que intentaban escapar al rigor del eclecticismo y al gusto por el neobarroco francés.