Paseando por la mañana por una carretera comarcal toledana (quizás siga siendo camino rural, pero ya asfaltado gracias al dinero que hemos aportado los propietarios de tres urbanizaciones), entre Escalona y Almorox, me encuentro con esta triste estampa: dos perritos, que seguramente hasta hace poco serían la delicia de sus dueños y de sus hijos, están ahora abandonados a su suerte, siguiendo a todo paseante que ande por allí a ver si cae algo, arrimándose a los vendimiadores, buscando cualquier clase de comida, aunque sea a base de conejos enfermos...
En el paseo vespertino pudimos comprobar lo que ya nos temíamos: uno de ellos, el blanco, yacía en el suelo, en la cuneta, quizás víctima de un atropello o de una mala digestión. Su compañero del alma no se separaba de él, entre gemidos y lamentos, como si le estuviera rezando. A estas alturas no sé qué habrá sido de éste, si habrá seguido el mismo camino o habrá buscado nuevos horizontes. No es el único caso, el año pasado por estas fechas y por estos lugares, vimos un galgo en las mismas condiciones, probablemente ya no servía para la caza. Mala conciencia de sus antiguos dueños, pensamos mi esposa y yo.
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