Yo me pregunto:
¿Señor Gallardón, usted quiere ver ciclistas muertos?
¿Señor Gallardón, usted cree que van a respetar a un ciclista subiendo, por ejemplo, de La plaza de toros de las Ventas a Manuel Becerra por en medio del carril a 10km por hora?
¿Un niño de ocho años va a ir por la calle? ¿Esta usted bien de la cabeza señor Gallarón?
¿Será que la bici no le da dinero, señor Gallardón? ¿ Quiere usted ponernos multas y sacar algo?
NO TIENE VERGüENZA señor GALLARDÓN.
EL TEXTO:
Madrid está a punto de estrenar una nueva ordenanza municipal de movilidad del Ayuntamiento. En ella se regula especialmente el asunto de las bicicletas, que pasan a tener que ir obligatoriamente por la calzada en las calles en las que no está autorizado explícitamente su tráfico por la acera. Quisiera explicarle a la autoridad municipal por qué voy (a veces) por las aceras; es que, señores del Ayuntamiento de Madrid, no lo hago por gusto. Porque yo intento ir por la calzada siempre que puedo, y ahora veo que injustamente muchos ciclistas vamos a ser multados, cuando en ocasiones ir por la acera es un asunto de vida o muerte.
Un ejemplo de tantos. Hace un par de días, domingo, 8 de la tarde, subía en bicicleta por la calle Hortaleza, muy tranquila los domingos. Iba por la calzada y ocupando el centro de la misma, como por otro lado insta que hagamos la nueva ordenanza y además es de sentido común. Esto es: circulaba cumpliendo las normas. Detrás de mi apareció un taxi con prisa. Empezó a hacer señales acústicas. Yo iba a 20 por hora, no podía ir a más sin que me saliera el corazón por el pecho. Pues bien, el taxi se pegó a escasos centímetros de mi rueda trasera agresivamente. Siguió usando la bocina. La gente se giraba a mirarnos. Bruscamente, me adelantó por la derecha, rozándome. Se detuvo en un semáforo ante mi, me paré y le recriminé su actitud. Le pedí respeto. El semáforo se puso en verde, yo arranqué un par de metros, y el taxi me cerró el paso, con una espantosa agresividad. Acabé teniendo que girar bruscamente, a punto de colisionar y acabé en la acera, magullado y en el suelo. El taxi siguió su camino. Ese taxista se había saltado la norma de circulación al menos cuatro veces (conducción agresiva, uso indebido de señales acústicas, adelantamiento indebido, conducción temeraria...). Yo sólo hacía lo que la ley me permite y me insta a hacer.
Así son algunos (insisto, algunos) conductores con los que los ciclistas debemos convivir a diario en Madrid, señores del Ayuntamiento. Parece un caso extremo, pero me he encontrado de todo en la calzada estos años que llevo recorriendo nuestra ciudad y casos mucho peores: gente que te insulta y te grita para que vayas por la acera, conductores que te cierran el paso, motos que parecen querer sacarte de la calzada, vehículos que aceleran sus motores detrás de ti sin desembragar (eso da miedo, créanme), otros que usan las señales acústicas como si fueran una ambulancia por el mero hecho de que tienen delante una 'lentísima' bicicleta, 'toques' en tu rueda trasera para que salgas del semáforo y he tenido, incluso, dos conatos de agresión.
Miren, señores del ayuntamiento, les juro que intento ir por la calzada, siempre que puedo. Tengo carnet de conducir desde hace 15 años y conozco las normas. Pero no quiero poner mi integridad en peligro por cumplir su nueva norma que me obliga a ir por la calzada siempre. No en una ciudad donde la agresividad del conductor motorizado llega a niveles tercermundistas.
Uso la bici a diario para ir a trabajar en esta ciudad tomada por la dictadura de los concesionarios, las petroleras y las multinacionales del automóvil y no quiero llegar hecho un manojo de nervios o con el corazón en la boca tras ser insultado, vejado, y vilipendiado por la jauría de los conductores motorizados que ustedes parecen adorar. Y quiero llegar, además, vivo. Soy un ciudadano pacífico que cree en esas tonterías de la marca de carbono y en que podemos hacer una ciudad mejor si somos un poco más amables unos con otros. No quiero morir el el asfalto por sus malditas normas, concebidas por técnicos que en su vida se han visto en una bicicleta en mitad de la jungla de Madrid.
¿Para qué ponen ustedes normas irrevocables, señores del Ayuntamiento, si nadie se ha preocupado de formar antes a los conductores motorizados del respeto que merecen las bicis? No se puede aplicar una normativa inflexible a un objeto frágil como la bici en una de las ciudades de conducción motorizada más agresiva y hostil del mundo y con unos niveles de contaminación atmosférica inaceptables.
A ver si somos conscientes, señores próceres, de la ciudad que han cultivado ustedes. De aquellos polvos, estos lodos. Ahora que el Plan Director de Movilidad Ciclista de Madrid ha sido herido de muerte, cuando el proyecto de alquiler Mybici ha desaparecido, cuando nos toman el pelo con el carril bici de Serrano, que lo digo ya, no sirve para nada, o se desmantela la Fundación Movilidad, el multar a los ciclistas que van por las aceras (sin que tengamos otra opción) es poner un clavo más en el ataúd de la bicicleta que Madrid parece empeñada en construir desde hace años.
Por eso muy a mi pesar seguiré yendo por las aceras, porque valoro más mi vida que una multa.
Jorge Soto en elmundo.es
Un ejemplo de tantos. Hace un par de días, domingo, 8 de la tarde, subía en bicicleta por la calle Hortaleza, muy tranquila los domingos. Iba por la calzada y ocupando el centro de la misma, como por otro lado insta que hagamos la nueva ordenanza y además es de sentido común. Esto es: circulaba cumpliendo las normas. Detrás de mi apareció un taxi con prisa. Empezó a hacer señales acústicas. Yo iba a 20 por hora, no podía ir a más sin que me saliera el corazón por el pecho. Pues bien, el taxi se pegó a escasos centímetros de mi rueda trasera agresivamente. Siguió usando la bocina. La gente se giraba a mirarnos. Bruscamente, me adelantó por la derecha, rozándome. Se detuvo en un semáforo ante mi, me paré y le recriminé su actitud. Le pedí respeto. El semáforo se puso en verde, yo arranqué un par de metros, y el taxi me cerró el paso, con una espantosa agresividad. Acabé teniendo que girar bruscamente, a punto de colisionar y acabé en la acera, magullado y en el suelo. El taxi siguió su camino. Ese taxista se había saltado la norma de circulación al menos cuatro veces (conducción agresiva, uso indebido de señales acústicas, adelantamiento indebido, conducción temeraria...). Yo sólo hacía lo que la ley me permite y me insta a hacer.
Así son algunos (insisto, algunos) conductores con los que los ciclistas debemos convivir a diario en Madrid, señores del Ayuntamiento. Parece un caso extremo, pero me he encontrado de todo en la calzada estos años que llevo recorriendo nuestra ciudad y casos mucho peores: gente que te insulta y te grita para que vayas por la acera, conductores que te cierran el paso, motos que parecen querer sacarte de la calzada, vehículos que aceleran sus motores detrás de ti sin desembragar (eso da miedo, créanme), otros que usan las señales acústicas como si fueran una ambulancia por el mero hecho de que tienen delante una 'lentísima' bicicleta, 'toques' en tu rueda trasera para que salgas del semáforo y he tenido, incluso, dos conatos de agresión.
Miren, señores del ayuntamiento, les juro que intento ir por la calzada, siempre que puedo. Tengo carnet de conducir desde hace 15 años y conozco las normas. Pero no quiero poner mi integridad en peligro por cumplir su nueva norma que me obliga a ir por la calzada siempre. No en una ciudad donde la agresividad del conductor motorizado llega a niveles tercermundistas.
Uso la bici a diario para ir a trabajar en esta ciudad tomada por la dictadura de los concesionarios, las petroleras y las multinacionales del automóvil y no quiero llegar hecho un manojo de nervios o con el corazón en la boca tras ser insultado, vejado, y vilipendiado por la jauría de los conductores motorizados que ustedes parecen adorar. Y quiero llegar, además, vivo. Soy un ciudadano pacífico que cree en esas tonterías de la marca de carbono y en que podemos hacer una ciudad mejor si somos un poco más amables unos con otros. No quiero morir el el asfalto por sus malditas normas, concebidas por técnicos que en su vida se han visto en una bicicleta en mitad de la jungla de Madrid.
¿Para qué ponen ustedes normas irrevocables, señores del Ayuntamiento, si nadie se ha preocupado de formar antes a los conductores motorizados del respeto que merecen las bicis? No se puede aplicar una normativa inflexible a un objeto frágil como la bici en una de las ciudades de conducción motorizada más agresiva y hostil del mundo y con unos niveles de contaminación atmosférica inaceptables.
A ver si somos conscientes, señores próceres, de la ciudad que han cultivado ustedes. De aquellos polvos, estos lodos. Ahora que el Plan Director de Movilidad Ciclista de Madrid ha sido herido de muerte, cuando el proyecto de alquiler Mybici ha desaparecido, cuando nos toman el pelo con el carril bici de Serrano, que lo digo ya, no sirve para nada, o se desmantela la Fundación Movilidad, el multar a los ciclistas que van por las aceras (sin que tengamos otra opción) es poner un clavo más en el ataúd de la bicicleta que Madrid parece empeñada en construir desde hace años.
Por eso muy a mi pesar seguiré yendo por las aceras, porque valoro más mi vida que una multa.
Jorge Soto en elmundo.es
2 comentarios:
ues yo sigo pensando ir por las aceras cuando me de la gana con la bici si no molesto a nadie. A veces es muy peligroso
Yo también, lo malo es que te enganchen y te metan una multa, que el lo que creo que buscan...sacar dinero.
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